martes, 23 de noviembre de 2010

Caso de anorexia y bulimia

La anorexia y la bulimia son trastornos alimentarios que hoy en dia afectan a muchisima gente en el mundo y este es un caso real de una mujer que padecio dicho trastorno:



Siempre fui gordita, no obesa, y no hubiera sido traumático si los niños no fueran tan crueles. Aunque los adultos también. Pellizcándote los cachetes y diciéndote cuán gorda eres en comparación con la flaca de tu hermana. Ah, y no solo las amigas de tu mamá sino tu propio doctor, en mi caso la neumóloga una mujer bastante menuda, me decía todo el tiempo que tenía que hacer dieta, cuando yo solo tenía 5 años.
Con el tiempo el complejo creció, y la palabra 'gorda' dejó de ser un simple insulto, para convertirse en una palabra cargada de odio, miedo, rabia y CULPA.
A eso se le sumó la enfermedad terminal de mi padre. Terminé asumiendo más responsabilidades de las que me tocaba, siendo sólo una niña.
Las cosas se fueron quedando y acumulando en el subconsciente. A los 13 años estaba bastante acomplejada con mi cuerpo. Era como una carga que no se puede quitar. Comía de todo, más de lo normal, pero sintiéndome peor, sobre todo porque la pubertad es espantosa.

Comencé a bajar de peso haciendo ejercicio y comiendo de todo, pero en menor cantidad, y empecé a restringir algunos alimentos y a mirar las calorías. Me fui volviendo estricta, al punto de hacer ejercicio a las 4 de la mañana y tomar 16 botellas de agua diarias.
Este ritmo de ejercicio terminó cuando tuve una luxación severa en la rodilla durante un entrenamiento de atletismo, por estar tan flaca y tan débil. No podía moverme.
La gente al principio no se da cuenta, ni siquiera uno mismo, de que hay algo que no está bien. Al principio yo lo negaba, pero después me di cuenta de que sí estaba enferma. Sin embargo me gustaba estarlo, y pensé que podría vivir a ese ritmo toda la vida.
 Al principio yo quería ser flaca, pero con el tiempo me dejó de importar si me veía bien o no, porque yo sabía que estaba horrible. Cada vez se me veían mas las costillas y los omoplatos, y la piel era de un color blanco traslúcido. Se me veían las venas. Es horrible. Esto es lo que ve la gente, y uno ve lo mismo pero de manera diferente.
Lo más grave fue que estando flaca fui realmente feliz por primera vez, y se lo atribuí a ese estado físico.
Estaba muy segura de mí misma en ese momento porque por primera vez disfrutaba en las fiestas, y me sentía cómoda para ponerme un bañador.
Pero con el accidente subí de peso. Me sentí la persona más débil del mundo.
No descansé hasta que bajé nuevamente de peso. Tenía 17 años.
Restringí casi toda la comida de mi dieta. Sólo comía ensaladas y helado una vez al día. Por la tarde, en cambio de salir con mis amigos, hacía tres o cuatro horas seguidas de ejercicio. Después me acostaba sin comer.
En fin, a los 18 años pesaba 35 kilos, y había dejado de ser una niña feliz. Duré dos años muy flaca, y en ese momento me alejé de todo el mundo. Ya no tenía ganas de hacer nada, y todas mis energías estaban enfocadas en hacer ejercicio o en lo académico.
Al principio no fue tan radical, pero al final uno no quiere tener contacto con nadie, y los amigos se cansan tarde o temprano de ver cómo uno acaba con uno mismo.
Lo grave, y es algo que la gente no cree, es que las pacientes sí se mueren. Se dejan morir porque sienten que se lo merecen, y ven a la muerte como la única salida del infierno en el que están. Yo me quería morir.
No existe una única cura, porque cada caso es distinto.


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